Chávez vulnera la libertad de expresión

31.5.07

El presidente venezolano viene haciendo una lectura a medias de Maquiavelo ya que si bien viene haciendo los males todos juntos, es decir, de golpe, sin demasiada dilación entre uno y otro para no ofender al pueblo por un período prologando, olvida que no debe provocar su ira o descontento, esto es, no llegar a ser odiado. El autor del Príncipe es muy enfático en lo segundo pues el líder debe evitar a toda costa ser despreciado ya que con ello da sustento a la rebelión. “Los males o medidas impopulares”, recomienda el precursor de la ciencia política, deben ser delegados a funcionarios menores cuando generen odio y reservar para sí –para el príncipe- las acciones que causen simpatía o “el favor de los súbditos”. Sólo de esa forma el político florentino avala la ejecución de maldades, cuando el pueblo las identifica con burócratas de menor rango pero no con su príncipe. Cosa que no ha sucedido ni podía suceder en el caso venezolano, de ahí que Chávez, siguiendo el consejo del tratadista, debió contenerse.

Chávez aprovecha su popularidad y la concentración de todos los poderes para impulsar los cambios que desea para Venezuela. Pero algunas acciones que debe tomar para consolidarlos le acarrean demasiado desprestigio. Sin embargo, no creemos que la clausura de la televisora (RCTV) pueda fortalecer a la oposición venezolana frente a Chávez toda vez que su proyecto depende más de los altos precios del petróleo que de la descabellada e impopular decisión de cerrar un canal.

No sabemos qué tanto pueda llegar a repercutir en Venezuela el cierre de RCTV (Radio Caracas Televisión) pero internacionalmente la medida puede aislar todavía más a Chávez y desacreditar su prédica contra el imperialismo dado que su embestida contra los medios lo convierte automáticamente en un autócrata, sino lo era antes.

Entre las libertades vulneradas por el mandatario llanero la madrugada del 27 de mayo podemos nombrar cinco. La primera de ellas obviamente es la libertad de prensa, un derecho fundamental por el cual los ciudadanos pueden organizarse para participar en la constitución de medios masivos de comunicación. La segunda es la libertad de expresión pues se recorta no sólo la libertad de los profesionales de la noticia (los periodistas), sino del público en general ya que éstos también recurren a los medios (interactivos) para emitir opiniones. La tercera libertad atacada es la de información porque la no renovación de la licencia al medio opositor impide acceder a una pluralidad de medios por parte de la ciudadanía, es decir, se restringen sus posibilidades a informarse por otros canales no oficiales. En cuarto lugar se viola la libertad de trabajo de periodistas y del personal que laboraba en la estación televisiva. En quinto lugar se afecta la libertad de hacer empresa en Venezuela --que de por sí ya era bastante difícil-, porque el Estado condiciona a los propietarios de los medios a sujetar sus contenidos a una determinada línea editorial o informativa.

De esas cinco libertades trasgredidas, dos originan una violación mayor pues la democracia moderna, en una versión ampliada de sus componentes, se asienta sobre las libertades de expresión y de prensa. Ambas están garantizadas por las constituciones como la de EE UU, por ejemplo. Es importante recordar esto porque la soberanía del pueblo lograda a través de la democracia, según Robert Dahl, requiere una variedad de fuentes informativas (información alternativa) para que los electores formen sus propias decisiones. De ese modo la oferta mediática se convierte en uno de los elementos cuya presencia o ausencia determina la existencia o no de un régimen democrático.

Al respecto, el ex presidente de Brasil y actual senador, José Sarney, criticó a Chávez por la medida en la Cámara Alta de su país en los siguientes términos: "No puede haber una democracia en la que no exista institución libre, institución fuerte, Congreso libre, fuerte y abierto, prensa libre y sin restricciones. En el momento que el gobierno tiene el poder de acallar a cualquier tipo de oposición, por cualquier razón, en este momento paso a temer sobre el concepto de democracia en ese país", afirmó uno de los principales aliados del presidente Lula da Silva.

La libertad de prensa es necesaria para evitar algunas desviaciones o distorsiones de la democracia. Esto es, para impedir que degenere en un régimen de concentración absoluta de poderes ya que alerta a los ciudadanos no sólo de las propias fallas del sistema, sino de las acciones de los gobernantes que desvirtúan los intereses nacionales.

Puede que la calidad de algunos medios no guste o agrade a un sector del electorado o incluso disgusten a las autoridades políticas, pero no por eso deben ser vetados. De ahí que la decisión de Caracas sea contraproducente y violatoria de libertades fundamentales. Puede que tenga “sustento” administrativo la no renovación del permiso para operar la frecuencia de RCTV, pero no deja de ser sospechoso que al tiempo que se le deniega la concesión, otros medios independientes del Gobierno hayan sido amenazados con la revocación de sus permisos. Lo sucedido no sólo es cuestionable (por sacar del aire a un canal opositor), sino porque se configura en un vil amedrentamiento contra el resto de la prensa en Venezuela. No existen casualidades en política y menos cuando el presidente venezolano demanda a un medio como Globovisión (canal que transmite noticias ininterrumpidamente) que modere su línea editorial.

A Globovisión se le “acusa”, al igual que a RCTV, de ser “enemiga de la patria” y de promover, al menos en el caso del primero, el magnicidio del gobernante. Chávez ha amenazado con aplicar “el mínimo” si la “emisora continua manipulando los sentimientos” del pueblo, es decir, si indispone a la población contra el gobierno socialista.

“El motivo de la polémica que le puede costar la licencia a este canal”, según el diario El País de España, “son las imágenes que difundió el pasado día 25, dos jornadas antes de que Radio Caracas tuviera que dejar de emitir en abierto. La emisora difundió una entrevista con Marcel Granier, presidente del grupo 1BC (propietario de RCTV) y después emitió un vídeo en homenaje a los 53 años de emisión del canal, recordando los acontecimientos que había cubierto a lo largo de su historia. Entre esas imágenes, figuraba el atentado contra Juan Pablo II (13 de mayo de 1981). La música que sonaba de fondo era una canción de Rubén Blades que decía "tengan fe, que esto no se acaba aquí".

El especial transmitido por Globovisión como muestra de solidaridad por lo sucedido con RCTV fue interpretado por el ministro de Información de Venezuela, William Lara, como “mensajes subliminales que incentivan el magnicidio” contra Chávez pues, según el ministro, las imágenes del atentado contra Juan Pablo II tenían como fondo musical “Esto tiene que acabar”, en voz de Rubén Blades.

Resulta ilógica, por no decir hilarante, la interpretación del ministro chavista. Eso demuestra la falta de argumentos del oficialismo para remover a los medios opositores. Capturar el espectro informativo o uniformizarlo ha producido algo positivo: la movilización de miles de estudiantes universitarios contra el régimen. Es duro que las generaciones más jóvenes de Venezuela tengan que aprender la democracia de esa manera, es decir, cuando han perdido importantes libertades en el camino, pero es el único modo, en el actual contexto, para que tomen conciencia de su valor.

Luego de concentrar el poder en su persona, al primer mandatario venezolano sólo le quedaba amordazar a la prensa independiente. Tenía los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) pero no el cuarto, es decir, los medios de comunicación. Su estrategia para controlar a la prensa es en parte novedosa en Latinoamérica ya que no recurrió a la expropiación inmediata como las viejas dictaduras militares. Tampoco utilizó su gran billetera para comprar la línea editorial de los medios informativos como lo hizo el gobierno peruano de Alberto Fujimori, ni les garantizó ventajosos contratos para difundir publicidad estatal. Podría decirse que su método se ubica entre la confiscación y la coacción pues utilizó una prerrogativa legal –la no renovación- para imponer un determinado contenido informativo.

“Otras dos estaciones” como Venevisión del magnate Gustavo Cisneros, “que eran críticas al Gobierno”, según The Wall Street Journal, “disminuyeron su cobertura de noticias y despidieron a varios periodistas y comentaristas” para ajustarse a las exigencias periodísticas de Caracas. La prestigiosa revista The Economist revela que la mayoría de venezolanos cree que ha sido recortado arbitrariamente su derecho a acceder a una programación variada. Las encuestas indican que el 80% de la población rechaza la medida.

A la fecha, “el Gobierno ha creado más de 63 medios escritos”, según Mercedes Arancibia, portavoz de Reporteros sin Fronteras en España. Además, según la BBC, “la estatal Venezolana de Televisión se ha repotenciado, y han surgido nuevos medios oficiales como VIVE, un canal que se define como cultural y educativo, o ANTV, el canal de la Asamblea Nacional”. Por si fuera poco, “se creó Telesur, canal de información internacional en el que el gobierno de Venezuela tiene la participación mayoritaria”. “También maneja las señales de Radio Nacional de Venezuela y de YVKE Mundial. Y la antigua Venpress se transformó en Agencia Bolivariana de Noticias”.

Al poseer varios medios propios y doblegar a los privados, Caracas consigue limitar o eliminar las actividades de la oposición puesto que de ahora en adelante no contarán con la posibilidad de difundir sus propuestas y programas a la sociedad de manera masiva. Sin el visto bueno de los organismos regulatorios controlados por Chávez no será posible en el futuro que sus rivales políticos puedan competir en igualdad de condiciones con el oficialismo. Esto supone un grave retroceso en materia de libertades democráticas pues se afecta el derecho del electorado a tomar una decisión plenamente informada.

Los roces con los medios en Venezuela se acentuaron en el 2004, como refiere la BBC, pues desde ese año “la prensa ejercía una línea muy crítica hacia el gobierno, al que acusaba de querer limitar la libertad de expresión. Y el gobierno cuestionaba la supuesta "distorsión informativa" que hacían esos medios de la realidad. Ese enfrentamiento llegó a su cúspide durante el año 2002. En abril, durante el breve de golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez y luego en diciembre, en el llamado "paro cívico" que se extendió hasta febrero del año siguiente”.

Un hecho que llama poderosamente la atención es que si bien RCTV, como otros medios de comunicación venezolanos, colaboró con los golpistas, no se entiende por qué recién en el 2007 se toma “medidas” al respecto. El fallido golpe ocurrió abril de 2002 y varios de sus protagonistas huyeron al extranjero con el consentimiento del Gobierno chavista, una vez que retomó el poder. Si había que castigar a alguien debió hacerse en su momento, es decir, abrir proceso contra los directivos y periodistas implicados, pero no clausurar su señal puesto que las sociedades anónimas suelen responder económicamente por daños cometidos contra el Estado, los consumidores o el medio ambiente, esto es, un tipo de responsabilidad accesoria.

Sólo si se ha utilizado la figura de la persona jurídica, es decir, su organización, puede atribuírsele delitos. La tendencia actual en Estados Unidos e Inglaterra señala que las firmas no están exentas del alcance de la acción penal pudiendo aplicárseles multas, clausurar sus locales, disolverlas, intervenirlas judicialmente, etc., independientemente de la responsabilidad penal que pudiera corresponder a sus directores o administradores. Venezuela ha incorporado a su sistema penal esa figura (por la que una empresa puede ser usada como medio para cometer un delito), sin embargo, es difícil determinar con precisión si hubo intención de usar a la empresa (RCTV) para promover un derrocamiento. En todo caso, lo que sí está claro es la responsabilidad de sus representantes en la conspiración para deponer al mandatario elegido. De ahí que las culpas de éstos no tenga necesariamente que afectar a la sociedad en su conjunto. Por ello, si se hubiera determinado judicialmente la culpabilidad del medio, cosa que no ocurrió porque nunca hubo juicio, se debió licitar la licencia de la frecuencia televisiva para garantizar transparencia informativa y no quedar en manos del Gobierno.

Por poner un ejemplo, en Perú los medios comprometidos con la autocracia de Fujimori no fueron confiscados por el régimen democrático del presidente Toledo, sino que fueron reorganizados y adquiridos por otros grupos empresariales locales. Los directivos vinculados con la corrupción fueron procesados y condenados como debió hacerse en el caso venezolano. La acción de la justicia venezolana no debió ser paralizada por la política o entrar en dilaciones. Pero Venezuela no es una democracia por más que se hayan celebrado más elecciones, plebiscitos y consultas que en toda la región en su conjunto.

De otro lado, RCTV será remplazada por TEVES (Televisora Venezolana Social), que gracias al Supremo Tribunal podrá utilizar los equipos del canal clausurado. Así, el “nuevo canal social” podrá tener un alcance nacional amparado en una controversial decisión judicial pues vulnera la propiedad privada de RCTV. Otra violación más que se agrega a la larga lista de derechos trasgredidos por Caracas.

Al menos las compañías de telecomunicaciones y eléctricas renacionalizadas por Chávez fueron compensadas antes de que el Gobierno tomara posesión de sus activos, pero este no fue el caso de la desafiante televisora que se negó a modificar su línea informativa. El caso del control de los campos petroleros de la Faja del Orinoco pudo justificarse por “necesidad pública”, además no se apartó a las trasnacionales de su explotación puesto que se alteró su participación a favor del Estado. Pero aquí no se podía alegar lo mismo.

Lo negativo del asunto ahora es que otros medios puedan verse afectados por decisiones similares a las que Caracas tomó respecto a RCTV. Inclusive se dice que el ecuatoriano Rafael Correa podría imitar a su homólogo venezolano pues ha manifestado interés en revisar las concesiones otorgadas a algunos medios televisivos.

Para terminar, Antonio Gramsci, uno de los pensadores marxistas que suele citar Chávez mencionó alguna vez que la ideología no puede imponerse por la fuerza, pues su verdadera legitimidad se da cuando surge de la sociedad civil.

Guerra en Iraq: la ilegalidad de la ocupación iraquí

28.5.07

Introducción

EE UU no invadió por razones humanitarias a Iraq porque esa motivación surgió después de la ocupación o al menos no fue determinante en su inicio. Si aparecieron luego fue para “legitimar” la invasión ante sus críticos. Además, nadie va a creer que a Washington le interesan o interesaban las vidas de millones de iraquíes sojuzgados por Saddam. Ni los chiíes ni los kurdos ni nadie. Si hubiera sido así durante la presidencia de Reagan, en la que participaron varios de los funcionarios de Washington (como Donald Rumsfeld, por ejemplo) se hubieran escuchado condenas contra el régimen iraquí por usar armas químicas contra la población kurda. Pero EE UU, por el contrario, se dedicó a encubrir el hecho (el genocidio) y defender en instancias internacionales las acciones de su sicario en Oriente. Era su “hijo de puta” (como en algún momento Franklin D. Roosevelt calificó al dictador nicaragüense Anastasio Somoza) y por ello había que protegerlo. ¿Ud., estimado lector, cree que EE UU va a comprometer la integridad de sus tropas por la vida de los iraquíes? ¿Tienen algún valor esas vidas para una superpotencia que bombardeó cientos de objetivos civiles indiscriminadamente? ?¿Es posible pensar que la Administración republicana tiene algún respeto o consideración cuando encarcela y priva de derechos elementales a cientos de musulmanes? ¿La legislación norteamericana que regula los procesos contra los acusados de terrorismo no permite en cierta forma la tortura?

Todos estos cuestionamientos hacen pensar que apelar a razones humanitarias para liberar al pueblo iraquí de los padecimientos sufridos a manos de un dictador al que se alentó y respaldó en forma abierta (sobre todo en la guerra de agresión contra la República Islámica de Irán) contradicen, en los hechos, ese tipo de “argumentaciones” a su favor.

Un dato que diferencia las campañas sanmartinianas y las de Bush se refleja en las encuestas hechas en Iraq sobre la ocupación. La BBC ordenó una para evaluar las opiniones de más de 2000 iraquíes en 18 provincias y los resultados no fueron nada positivos para la Administración republicana. Según el estudio el 51% de los iraquíes consultados reveló que avala los atentados contra las tropas de la coalición angloestadounidense. Otra encuesta dada a conocer por The New York Times indicó que el 74% deseaba la retirada inmediata de las fuerzas estadounidenses y británicas.

Me preguntó si Bush hubiera podido dar su discurso sobre la liberación de Iraq en Bagdad en lugar del imponente portaaviones Lincoln, en medio de las aguas del Golfo Pérsico. Esta interrogante viene a mi mente luego de recordar que San Martín declaró la independencia del Perú en la plaza mayor de Lima, en el Cabildo de la ciudad, frente a una multitud que le aclamaba. Si ambas empresas son equivalentes para algunos, ¿cuál sería la razón para que Bush no reciba el agradecimiento directo del pueblo iraquí de la misma forma que lo recibió el gran libertador de los peruanos?

La ilegalidad de la guerra

La única guerra lícita es la defensiva, la que se emplea para detener o resistir una agresión, que dicho sea de paso fue esta última a la que EE UU apeló para invadir a Iraq. El derecho internacional restringe el concepto de guerra que tiene por objeto imponer condiciones entre los Estados, sean por cuestiones territoriales, económicas, comerciales, geopolíticas, etc. Lo que comúnmente dicen algunos defensores de la guerra no es cierto y cualquier tratadista puede desmentirlo fácilmente. Antes de la Primera Guerra Mundial la guerra era una forma de resolver las diferencias entre los Estados, es decir, era lícita, pero no desde su culminación. La conclusión de las hostilidades en Europa condujeron a la creación de la Sociedad de Naciones en 1919, la primera institución internacional abocada a impedirla. Cerca de 1930 en París se firmó el Pacto Briand-Kellogg cuyo fin era prohibir la guerra. Esos antecedentes jurídicos e internacionales sirvieron de base para consagrar en la Carta de Naciones Unidas la invalidez de ese vedado recurso –la guerra- en los siguientes términos: "Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza (...)."

Sin embargo, la Carta de 1945 contempló dos excepciones (al principio de no recurrir a la agresión entre Estados): 1) la legítima defensa que puede ser individual o colectiva en el caso del uso de la fuerza contra un Estado; y 2) cuando media autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, amparada en el Capítulo VII de la Carta que permite el uso de la fuerza contra un Estado para restablecer la paz (en cuyo caso el Estado agresor se convierte en una amenaza para la seguridad internacional) y para enviar misiones de paz o de observación para detener la violencia.

Sólo bajo esos dos supuestos el derecho internacional permite el uso de medios coercitivos contra un Estado. Ese mismo sistema no ampara las guerras preventivas, que son las que la Administración republicana utiliza para impulsar sus políticas hegemónicas. La guerra preventiva no es más que otro tipo de guerra de agresión, la cual es calificada como “el más grave crimen internacional” porque de ella emanan por lo general todas las demás violaciones al ordenamiento jurídico.

Lo que algunos postulan sin mucho conocimiento del tema es calificar la guerra de Iraq como “justa”. La que apela a motivos que la justifiquen y que fue obra de los teólogos españoles Vitoria y Suárez inspirados en San Agustín, quien dijo alguna vez en Civitas Dei (la Ciudad de Dios) que “una nación que recurre a la guerra es esclava de pasiones más básicas”. Para los teóricos de la escuela de Salamanca era necesario recurrir a motivaciones elevadas para hacer la guerra. Y aunque hablan de la proporcionalidad de los medios empleados (para no excederse en el uso de la fuerza), “legitimaron” por siglos la posibilidad de que un reino pueda iniciar una ofensiva contra otro de manera preventiva. También desarrollaron “teorías” justificatorias de la dominación de América.

La guerra de Iraq no tuvo ningún motivo sólido o sustentable, de ahí que constantemente el líder de la invasión, el presidente norteamericano George W. Bush, haya cambiado de razones a lo largo del conflicto pues las que esgrimió originalmente como valederas fueron desmentidas por la realidad. Es más, con mucha anterioridad, expertos como Hans Blix, encargado de verificar la destrucción de arsenal químico iraquí, negó en varias oportunidades que existieran las “pruebas” que penosamente presentó el entonces secretario de Estado, Colin Powell, ante el Consejo de Seguridad. La presentación fue tan burda que no incluyó ninguna fotografía o testimonio, pero sí varios dibujos o afiches de plantas móviles donde se almacenaba el supuesto arsenal de Saddam.

Una comparación

Lo gracioso del asunto es que durante la Crisis de los Misiles cubanos en 1962 EE UU presentó pruebas contundentes contra la Unión Soviética en el mismo Consejo, es decir, mostró fotografías que revelaban la ubicación de los silos de los misiles y sus ojivas y numerosas rampas de lanzamiento. La pregunta que surge es: ¿cómo hace casi 45 años y con las limitaciones tecnológicas de la época se pudo armar un buen caso en tan corto tiempo, y no en los albores del siglo XXI, contando con recursos técnicos infinitamente superiores? Si no se logró demostrar que Saddam poseía en su momento armas de destrucción masiva y misiles por encima del alcance permitido no fue porque el tiempo o la tecnología no lo permitiesen, sino porque tales evidencias no existían. Inclusive los aviones espía no tripulados podían acercarse a sus objetivos en tierra a baja altura y recabar pruebas del programa de armamento iraquí o monitorear permanentemente el territorio con satélites de vigilancia. No suponía una gran dificultad técnica fisgonear su territorio toda vez que Iraq es un país desértico, sin la densa o abundante vegetación de Cuba.

Lo relevante aquí es que EE UU resolvió atacar Iraq unilateralmente (con la colaboración británica, española, italiana, australiana, etc.), es decir, sin que Iraq haya amenazado a algún país (o al propio EE UU) después de su fallida incursión en Kuwait o violado alguna de las condiciones impuestas por el Consejo de Seguridad. Aquí, por lo general, se olvida algo fundamental: que dicha instancia –la del Consejo- debió ser la que dé los ultimátum o permisos para emplear la fuerza como último recurso. EE UU no estaba facultado ni autorizado por Naciones Unidas para emprender una ofensiva sobre Iraq. Eso es lo que hay que entender bien porque lo que hizo EE UU equivale a resolver una disputa por cuenta propia, ignorando todas las reglas del juego internacional a las que EE UU voluntariamente se sometió como firmante de la Carta que constituyó a la ONU.

Mucha razón tuvo o tiene el ex secretario de la organización, el ghanés Kofi Annan, al señalar que algunos países (por referencia a EE UU) “pretenden una ONU a la carte”, es decir, a la carta o a pedido como si fuera un delivery. Lo que no comprenden muchos es que así no funcionan las instituciones internacionales garantes de la paz, el comercio o el sistema financiero, o al menos así no deberían funcionar. Organismos como la ONU no pueden servir a la agenda geopolítica de sus miembros ni respaldar sus intereses salvo que estos coincidan plenamente con los principios y estatutos de la organización. Y como la Carta no permite la guerra preventiva (o de agresión) no es posible aprobar las descalificadoras actuaciones de Estados Unidos.

El Informe de Hans Blix y su cuerpo de inspectores fue muy claro durante su audiencia ante el Consejo pues no hallaron evidencia de armas de destrucción masiva, cosa que se corroboró del todo después de la ilegal ocupación. "La posibilidad de que los norteamericanos encuentren hoy ese tipo de armas en Iraq es cero", aseguró en enero de 2003. La experiencia de Blix no es para tomarla en juego pues presidió la AIEA (Agencia Internacional para la Energía Atómica) entre 1981 y 1997.

EE UU jamás hubiera invadido Iraq si ese país hubiese contado con el arsenal que los "halcones" decían que tenía. La prueba de ello es Irán que sí tiene la capacidad para fabricar armas químicas y sus misiles tienen un alcance considerable (se cree que pueden alcanzar diversos puntos del territorio europeo). Además, está empeñado en desarrollar un programa nuclear a gran escala que preocupa no sólo a sus vecinos en el Golfo, sino a toda la comunidad internacional. De ahí que su poderoso sistema de defensa (de procedencia rusa) y su capacidad ofensiva sean disuasivos efectivos para impedir o repensar un ataque. El desarme de Iraq antes de la guerra fue decisivo para decidir su ocupación. Saddam apostó al desarme total con tal de no ser objeto de una intervención, pero sus cálculos fallaron pues la Administración republicana se encontraba determinada a derrocarle y hacerse de las riquezas del país. La idea de tomar Iraq había ido madurando con el tiempo y tomado forma con la llegada de Bush hijo a la presidencia. Los planes datan de mediados de los ochenta por lo menos y se deben al ex presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, y al vicepresidente, Dick Cheney, además se cuenta al asesor Karl Rove. Los lazos de todos estos personajes datan desde la presidencia de Gerald Ford. Entonces, la debilidad económica y militar de Iraq previa a la guerra fue un factor determinante antes de emprender la ocupación.

Cuando me referí a la ilegalidad de la guerra era a la de agresión naturalmente ya que existen dos supuestos válidos pero excepcionales. La guerra, a pesar de su prohibición internacional no ha dejado de producirse y se ha sofisticado y complicado de diversas formas. Se podría decir que su concepto merecería una seria redefinición tras los atentados del 11 de setiembre. Pero no ha dejado de ser una manera ilegítima e ilegal de arreglar las diferencias.

De otro lado, la tenencia de fuerzas armadas nacionales por parte de los países miembros de Naciones Unidas no riñe con el derecho internacional puesto que se consideran de corte defensivo, al menos así se autodenominan los ministerios encargados de los institutos armados. Además, en las constituciones modernas se reconoce el principio de no agresión y de responder con la fuerza sólo ante la eventualidad de un ataque. De modo que es falso sostener que poseer un ejército entre en conflicto con la prohibición de hacer la guerra. Dicha prohibición no debe confundirse con el derecho que regula los efectos de la guerra una vez producida. Es decir, con el Ius in Bello, que vela por el respeto de una serie de condiciones relacionadas con la protección de víctimas en un conflicto armado, independientemente de su pertenencia a la parte agresora. En otras palabras, se trata del derecho internacional humanitario, que asume o entra a tallar en un escenario bélico para aliviar los sufrimientos de combatientes y no combatientes por igual. No es civilizado hacer la guerra por los motivos que fuere, salvo cuando peligran los intereses nacionales o supremos (como la paz mundial).

La ética no es suficiente para impedir concreción de ciertas acciones y menos entre Estados pues se manejan y guían según sus propias necesidades y agendas. Las costumbres de inspiración religiosa no sirvieron de mucho para lograr el cometido de acabar con los conflictos. No fue hasta la positivación de su prohibición que la guerra fue condenada por los Estados, es decir, cuando se tradujo en norma de derecho internacional. A ese propósito colaboró Grocio en su época, quien esbozo los primeros principios y conceptos sobre la guerra, calificándola de “justa”, siguiendo a la escolástica. Pero Vattel la criticó porque si una parte alega que sus “razones” para hacer la guerra son justas; la otra podría responder de manera similar en la atribución de la verdad. De ahí que “lo primero que muere en una guerra sea la verdad”, según se lo escuché al escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski, citando a una congresista norteamericana.

Con el tiempo se fueron prohibiendo cierto tipo prácticas militares pues se limitó la guerra a los uniformados y también se vetó el uso de algunos armamentos (que producen un sufrimiento desproporcionado como las minas antipersonales, etc.). La Convenciones y Protocolos de Ginebra reúnen la mayoría de disposiciones relativas a la conducta de los combatientes, pero no por ello la guerra queda validada de alguna forma, sino que, como se torna muchas inevitable, hay que aceptarla con cierta resignación y procurar la mitigación de sus terribles consecuencias.

Los defensores de la guerra

Los defensores de la ocupación iraquí se amparan, muchas veces sin saberlo, en lo que decía Von Clausewitz de la guerra, que era “la continuación de la política por otros medios”. Esa concepción fue superada por parte de las naciones civilizadas, pero no para el ala neoconservadora de la Casa Blanca y el Pentágono. Usar la guerra para imponer la paz o dar lugar a discusiones políticas y negociaciones no siempre ha conducido a buenos términos. Hoy se pelean otro tipo de guerras muy distintas a las que Von Clausewitz estudió en su tiempo porque el tratadista alemán no conoció a profundidad la guerra de guerrillas, implementada por los colonos norteamericanos o por el Vietcong en el siglo XX. Su uso proliferó en Latinoamérica y fue una estrategia fundamental en la Revolución Cubana. Muchas milicias africanas también recurrieron a esa variante por no contar con formación profesional (en los aspectos militares) o porque era la mejor forma de conseguir sus objetivos dadas sus limitaciones en el campo de batalla.

Si se maneja una noción de la guerra como empresa política se adhiere a pensamientos y corrientes doctrinarias ya superadas. La prueba de ello es la constitución de las Naciones Unidas como entidad responsable de mantener la paz. Objetivo que no ha logrado plasmar (en gran medida) por la intransigencia y “amoralidad” de sus miembros.

Cuando la guerra dejó de ser atributo de los Estados, es decir, una decisión soberana de los mismos, se prohibió que éstos emprendan guerras amparadas en sus deliberaciones y motivaciones internas. Eso cambió finalmente con el establecimiento del Pacto Briand-Kellogg y la Carta de las Naciones Unidas. Así, según François Bugnion, “los Estados contratantes declararon que condenaban "el recurso a la guerra para solucionar diferendos" y que renunciaban a él "como instrumento de política nacional". La Carta de las Naciones Unidas prohíbe todo recurso a la fuerza en las relaciones internacionales, con excepción de la acción coercitiva colectiva prevista en el Capítulo VII y del derecho de legítima defensa individual o colectiva reservado por el artículo 51”.

La guerra no se llega a abolir porque sería una utopía, según Juan Bautista Alberdi, como lo es abolir el crimen o cualquier otro delito. Por el hecho de que se los condene jamás van a dejan de producirse. En cierto modo la falta de un árbitro internacional imparcial ha posibilitado la guerra entre las naciones. Pero esa autoridad no existe, lo más parecido que tenemos para controlar nuestros apetitos de poder son las normas internaciones y las Naciones Unidas, con todas sus limitaciones. Sólo el repudio a la guerra de agresión en el plano interno como externo, en algún grado, ha detenido guerras como la de Vietnam. De esa forma la presión interna y externa se han convertido en poderosos medios para disuadir o acabar con las pretensiones hegemónicas de algunas potencias de nuestro tiempo. Ese malestar con la ocupación de Iraq llegará en algún momento a concluirla, aunque no parezca concretarse en el mediano plazo.

La guerra de agresión es ilícita y representa el mayor crimen internacional que un Estado (o sus funcionarios) pueda cometer. No hay que olvidar que el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), el argentino Luis Moreno Ocampo, no descartó el procesamiento de George W. Bush y del primer ministro inglés Tony Blair por delitos cometidos en Iraq, según lo dio a conocer al diario británico The Sunday Telegraph. En concreto, Moreno Ocampo dijo que “(…) es una posibilidad (acusar a Bush y Blair). Cualquier país que se adhiera a la competencia de la Corte (al Tratado de Roma) sabe que quienquiera que cometa un delito en su territorio puede ser procesado por mí".

A falta de una deficinicion jurídica sobre lo que califica como agresión, pues hasta el momento es una deliberación política de los Estados miembros del Consejo, se aprecia una parálisis cuando uno de los miembros permanentes de dicha instancia asume ese papel. Esta situación la hemos visto en la invasión afgana por parte de la URSS y de la reciente ocupación iraquí por EE UU. Los vacíos legales permiten este tipo de hechos así como la imposibilidad fáctica de aplicar medidas efectivas contra los agresores cuando se trata de grandes potencias económicas y militares. En ese marco de impunidad internacional ha venido operando EE UU.

Para finalizar, existe un elemento que avalaría hoy en día las gestas libertarias de San Martín: la libre determinación de los pueblos, ya que fue reconocida por la Asamblea General de las Naciones Unidas como un acto y una aspiración legítima. Lo cual valida la colaboración prestada por el gran libertador en su época. A manera de resumen, la Resolución N° 2105 de 1965 “reconoce la legitimidad de la lucha que los pueblos bajo el dominio colonial libran por el ejercicio de su derecho a la libre determinación y a la independencia (...)". Así, cualquier otro argumento contrario o destinado a comparar las campañas sanmartinianas con la invasión de Iraq debe ser descalificado.

Re: [Reserva moral] San Martín y Bush

Dr. Strangelover:
 
No olvidemos que mucho de lo que se supone fue el ilustre San Martín fue una invención peronista.
 
Los actuales catedráticos de historia en Buenos Aires han puesto mucho énfasis en este punto por estos días.
 
San Martín no murió pobre.
----- Original Message -----
Sent: Sunday, May 27, 2007 12:10 PM
Subject: [Reserva moral] San Martín y Bush

Introducción

San Martín y Bolívar, según historiadores como García Hamilton y Luis Alberto Romero, tomaron parte de los procesos independentistas de América del Sur con el objetivo de consolidar la emancipación lograda en sus respectivos países (lo que son hoy Venezuela y Argentina). Se puede decir que la causa de la libertad que abrazaron no fue sólo ideológica, sino estratégica, porque las repúblicas que originalmente ayudaron a independizar jamás estarían libres de la amenaza realista mientras no se lograra expulsar a las tropas de la corona española o conseguir su capitulación. Sólo Bolívar tuvo serias aspiraciones hegemónicas pues se convirtió en Dictador Supremo, rememorando el viejo "cesarismo republicano", esto es, la figura de autócratas como Julio César en tiempos antiguos o de Napoleón en su época. Lejos de ambicionar o apoderarse de los países que liberó, San Martín aceptó temporalmente el cargo de Protector del Perú (1821-1822) para asegurar la conducción de la guerra contra España y establecer instituciones y símbolos de corte democrático. Al general se le debe, entre muchas otras cosas, la creación de la Biblioteca Nacional del Perú, la organización de un Banco estatal, el pabellón nacional (que luego fue modificado pero se inspiró en su diseño), garantizó la independencia del Poder Judicial, ideó el Estatuto Provisorio (que dio origen a las posteriores constituciones peruanas), etc. Su intención no fue atornillarse en el poder, como hemos visto, sino hacer viable a la república peruana. Sus convicciones democráticas y su conocimiento de la situación política y social del Perú lo llevaron a pensar que esa joven nación no podía asumir los retos de una democracia, por ello propuso debía transitar primero por un estadío intermedio, es decir, por una monarquía constitucional, ya que el Perú fue el centro neurálgico de la vida política del subcontinente americano. En ese virreinato (el del Perú) se concentraba el grueso del ejército español y se garantizaba la aplicación de la mayoría de decisiones que venían desde España (del Consejo de Indias). De ahí que del virreinato peruano siempre partieran las expediciones realistas destinas a acabar con cualquier sublevación continental.

Los vínculos de San Martín con Inglaterra no sólo se generaron durante su estadía en ese país (a través de su supuesta masonería, cosa que es discutible para muchos historiadores), sino a lo largo de la Campaña del Sur, donde lo acompañó Lord Cochrane en sus desembarcos y capturas de puertos. Los imperios coloniales rivales siempre apoyaron a las naciones que buscaban su independencia puesto que de esa manera debilitaban a las monarquías con las que rivalizaban en Europa. De esa forma Francia y España respaldaron a los colonos norteamericanos (durante su proceso de independencia) e Inglaterra hizo lo propio con San Martín en contra de los españoles. Los intereses de Inglaterra no sólo estaban dirigidos reducir la influencia de sus enemigos en América, sino a eliminar la "exclusividad comercial" que la metrópoli española mantenía con sus colonias. Claro que ese monopolio no era tal por el contrabando de mercancías, las emboscadas en altamar de piratas y corsarios y porque, fundamentalmente, la "Armada Invencible" de Felipe II fue hundida en 1588 por un temporal antes arribar a las costas británicas, además de la pericia de los capitanes ingleses, entre ellos, Sir Francis Drake, y la maniobrabilidad de las embarcaciones en las aguas del Canal de la Mancha. Hecho que le dio la supremacía de los mares a Inglaterra y Holanda, la cual se hizo sentir principalmente en el comercio. Aunque lo que arruinó verdaderamente a España fue la estructura de su sistema económico. También cabe destacar que la firma de algunos tratados como el de Utrecht (1713) permitió el libre comercio inglés de esclavos africanos con las periferias hispanohablantes, lo que se tradujo en grandes y desventajosas concesiones. Con las Reformas Borbónicas del siglo XVIII y la protesta de los comerciantes americanos, se instauró virtualmente el "libre comercio" de mercancías, especialmente de textiles.

Asunto: San Martín y la conexión inglesa

Inglaterra siempre tuvo aspiraciones sobre el Río de la Plata. Y vincular a San Martín como agente o espía de los ingleses no tiene sustento histórico. Por lo general se tratan de patrañas o conspiraciones como la que hace referencia a ciertas logias como la de Lautaro. Los ingleses veían oportunidades comerciales interesantes en los puertos argentinos y chilenos y pretendían ingresar desde el sur. Fueron varios los intentos de los ingleses (1711, 1762 y 1806), es decir, mucho antes de la supuesta conspiración sanmartiniana. El interés británico también estaba concentrado en el estrecho de Magallanes ya que era el único paso natural para navíos entre el Atlántico y el Pacífico, porque el Istmo de Panamá seguía en manos españolas, así como las demás rutas del Caribe, todos ellos protegidos por importantes fortificaciones.

Ahora bien, la adjetivación, en mi caso, no es antojadiza, sino que está fundamentada en el hecho histórico, es decir, en las acciones de los personajes comprendidos (estudiados). De ahí que la comparación entre Bush y San Martín esté fuera de lugar; a no ser que se haga para considerarlos como opuestos.

San Martín no fue un invasor porque el incursionó tanto en Perú como en Chile con el apoyo de las élites económicas (generalmente criollas). En el caso del país de la estrella solitaria, su alianza con el republicano Bernardo O' Higgins forjó una coalición en Mendoza entre civilismo de O' Higgins y el "militarismo" sanmartiniano. De modo que la independencia de Chile fue una empresa concertada con los propios chilenos para el bien de las nacientes repúblicas y no una deliberación absoluta y prepotente de San Martín. En Perú esta distinción no fue tan clara porque los criollos del Tribunal del Consulado (que agrupaba a los comerciantes y terratenientes más importantes) temían perder sus privilegios con la creación de la República. Es por eso que mostraban muchas resistencias hacia la causa libertadora y colaboraron clandestinamente con los realistas. Además, San Martín se orientó por principios inspirados en la Revolución Francesa como la libre determinación de los pueblos. Es decir, por la noción de que las naciones deben elegir sus propios sistemas de gobierno, generalmente compatibles con la libertad, cosa que no sucedía en el caso de las colonias españolas pues eran gobernadas por autoridades designadas por un soberano extranjero. Todos estos elementos estuvieron presentes en aquel tiempo.

En Bush no puede advertirse un espíritu semejante, es decir, uno altruista o democrático porque de ser así hubiera intervenido en Darfur por una cuestión humanitaria, pero la empresa no da réditos económicos. Clinton al menos envió tropas a Somalia y la ex Yugoslavia para detener las masacres. Iraq, antes de la ilegal ocupación, era un país estable debido la represión de Saddam, quien mal que bien hacia el favor de mantener el terrorismo internacional a raya o lejos de su país. Con la invasión de Iraq se desmantelaron los controles draconianos y se envió una invitación a todos los grupos radicales (fundamentalistas) para formar parte de la resistencia o de la desestabilización del país.

En la actualidad, intervenir en un país sin mandato internacional es un crimen de guerra porque tipifica como agresión. En tiempos de San Martín el derecho de la guerra no estaba totalmente desarrollado o positivizado (convertido en normas o tratados); aunque existían interesantes doctrinas en Spinoza, Grocio, Vattel, etc. El "logro" de ese tiempo fue limitar la guerra como una forma de resolver las diferencias entre los Estados. La guerra era lícita, pero no ahora. Es repulsiva para el ordenamiento jurídico internacional, esto es, para la Carta de las Naciones Unidas (anteriormente por la Sociedad de Naciones) y para el derecho internacional humanitario. Así, si bien la guerra es ilegal, está reglamentada pues se ha convertido en un hecho inevitable muchas veces. Pero no por eso pierde su carácter repulsivo.

Adaptada a los tiempos, las campañas sanmartinianas no califican de guerras de agresión, pero sí la de Bush emprendida en Iraq. Es por ello que a este último se le puede llamar criminal por más que sea presidente de los Estados Unidos.

Los motivos de la invasión de Iraq respaldan lo anterior porque se basaron en mentiras y en incompletos reportes de inteligencia. Ninguna de las razones esgrimidas por Washington fueron corroboradas en la práctica. Ni la conexión de Saddam con Al Qaeda o la posesión de armas de destrucción masiva. Esa guerra es tan ilegítima como ilegal por sustentarse en mentiras.

Tema: la formación académica


La educación de un líder es un factor fundamental porque un vasto saber y experiencia puede evitar que el mandatario comprometa tan fácilmente los intereses del país. Si él o su entorno hubieran calculado como es debido los riesgos de la operación iraquí jamás se hubiera producido. El costo en vidas (3.440 soldados hasta la fecha), miles de heridos (más de 23.000) y miles de millones de dólares desperdiciados innecesariamente (que bien pudieron ser utilizados para equilibrar las cuentas públicas o incrementar el gasto social en educación y salud) revelan -en cifras- lo mal que fue planificada la invasión. La medición de la guerra también puede ser hecha en el terreno político pues fue determinante en la derrota de las elecciones congresales en noviembre de 2006. Otra forma de medir las consecuencias de la guerra es que debilitó la imagen de EE UU en el mundo. Nunca antes Norteamérica ha tenido tan baja popularidad entre millones de individuos, no al menos desde la Guerra de Vietnam. La pérdida de aceptación no sólo es externa, sino interna, ya que sondeos de la CNN y otros medios apenas dan un 31% de apoyo a la conducción republicana de la guerra.

Nadie dice que hay que ser escritor para ser presidente, sino que al menos hay que leer lo suficiente para conocer el contexto internacional que toca vivir.

¿La traición de San Martín?

San Martín nació en Argentina y no en España, o nació en el Río de la Plata (en lo que sería luego la República Argentina). Mitre consideraba que era argentino a pesar de que su formación humanística y liberal la haya recibido en España e Inglaterra. Aunque también podría decirse con mucha razón que Argentina no existía como Estado o república independiente, pero sí como nación, ya que por lo general los Estados se ven precedidos o fundados por una nación (con todas las dificultades que ese término implica en el caso argentino por ser un pueblo de inmigrantes italianos, españoles, etc.; aunque no en su totalidad). Sea como fuere, su fidelidad no estuvo determinada a una nacionalidad específica, sino a ideales. De ahí que se le pueda considerar como un ciudadano del mundo o cosmopolita como Voltaire o Herodoto. Por ello peleó al lado de los españoles contra los franceses y luego contra los primeros por ser éstos los opresores. Tanto en Europa como en América él luchaba por lo que creía, por cosas que no le convertían en mercenario, sino en un hombre convencido (o seducido) por los postulados de la Revolución Francesa. Su lucha fue contra los autoritarismos de su época. Y si se le llama "español", el gentilicio no es tan claro y definido como en otros personajes.

La "traición" es también difícil de definir en su caso ya que vivió en tiempos de cambio, de transición, en los que las ideas modelaban las mentes y consciencias de los líderes y en el que se estaban construyendo las identidades nacionales. España podría considerar traidor a San Martín por ser hijo de un funcionario colonial y servir inicialmente bajo las órdenes del rey como militar de carrera. Es un tema sumamente discutible y no analizado del todo. Pero los elementos que determinan la moralidad de sus acciones están dados por su participación en causas más elevadas (como la de la libertad) que la lealtad a un déspota (o soberano).

¿Bajo esa óptica, George Washington, "Padre de la Nación estadounidense", sería un traidor? Esa pregunta viene al caso porque el primer presidente de los Estados Unidos nació en tierras del rey inglés, así como San Martín fue procreado en dominios del monarca español. Ambos personajes tuvieron un pasado militar en los ejércitos reales y destacaron por su servicio armado. Y da la casualidad que el propio Washington peleó contra los franceses al igual que San Martín lo hizo en su momento en Europa. Para más datos, Washington obligó a los franceses a retirarse de Fort Dunesque en su calidad de jefe de la milicia de Virginia. De esa forma participó del lado del Imperio Británico. Por si fuera poco, estuvo a punto de recibir su educación en suelo inglés de no ser por la muerte de su padre. También se les podría comparar por sus desapegos al poder puesto que jamás pretendieron anquilosarse en algún cargo. Esto se fundamenta en el hecho de que San Martín dejó a Bolívar la misión de completar la independencia del Perú luego de la Conferencia de Guayaquil, que reunió a los jefes de las dos corrientes libertadoras (la del norte y la del sur). Así renunció a su cargo como Protector Supremo y entregó el mando al Congreso peruano, que luego autorizó la presencia de Bolívar en el Perú. Lo mismo pasó en Chile cuando declinó el puesto de Director Supremo en favor del reformista O' Higgins. En San Martín queda corroborada su negativa a intervenir en los asuntos domésticos de la política argentina luego de ver cumplido en parte su "Plan Continental", que en sus aspectos políticos consistía en ver liberada a Sudamérica de las potencias coloniales y organizar constitucionalmente a los pueblos de América, es decir, en formar Estados independientes que unidos en un gran Estado o una confederación, en caso de que así lo decidieran plebiscitariamente sus ciudadanos, podrían defenderse mejor ante cualquier agresión extranjera. Sus ideales no le permitieron participar en el derramamiento de sangre argentina cuando fue convocado por el gobierno de Buenos Aires. Washington, por su parte, patentó su despego al poder renunciar a una tercera presidencia consecutiva, sentando un valioso precedente que luego sería recogido en la Constitución norteamericana. Sólo volvió al servicio -militar en este caso-, cuando surgió la posibilidad de un nuevo conflicto con Francia.

Otro punto: la filiación fundamentalista de Bush.

Aunque es controvertido, no se puede afirmar que el presidente norteamericano sea un verdadero liberal ya que su pensamiento está predeterminado por ideas sumamente conservadoras. Muchas de ellas son contrarias al pensamiento liberal. Ese tipo de mentalidad ha exacerbado los ánimos en Medio Oriente y conducido a una guerra injusta. Su visión del mundo es tan lineal que lo divide en "buenos" y "malos" o en "ellos" o "nosotros". No es capaz de advertir las particularidades de nuestro tiempo, como sí lo hizo San Martín en el suyo.

A leguas uno nota las diferencias entre uno y otro protagonista pues la invasión de Iraq no se le iba a ocurrir a él (a Bush) ni la posterior planificación de la guerra. Ese tipo de maquinaciones son demasiado complejas para alguien de su baja capacidad intelectual. Por lo que sé del sujeto es que era bueno organizando parrandas y concursos etílicos en Yale. Pensar que fuera capaz de rediseñar el mapa de Oriente Medio no forma parte de sus condiciones. Las consecuencias de sus limitaciones las han pagado – y muy caro- su secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld, y Paul Wolfowitz, como subsecretario del mismo departamento y ex presidente del Banco Mundial. Además están siendo investigados su principal asesor, Karl Rove, el encargado de Justicia, Alberto González, y el vicepresidente Dick Chenney. La lista de funcionarios implicados en escándalos mucho es más larga pero los mencionados son los más emblemáticos.

Sobre la participación de Bush en la Guerra de Vietnam

Está claro que nada obligaba a Bush a ir al frente en dicho conflicto. Lo que se le acusa es que no haya tenido interés en servir a su patria como sí lo hicieron distinguidos norteamericanos como su contendor en el 2004, el senador demócrata John Kerry, o uno de los candidatos republicanos más prometedores como John McCain, quien fue prisionero de guerra por 6 años. La tradición de participar en guerras era muy usual entre los futuros aspirantes a las más altas esferas de la política. El padre de Bush lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial como piloto y muchos otros tuvieron un desempeño similar. El asunto de fondo es que cuando EE UU se vio envuelto en una guerra sus generaciones más prometedoras y entusiastas se enlistaban antes de ser convocadas. Esto se puede verificar fácilmente en las dos primeras guerras mundiales. Aunque no tanto en la de Vietnam por su falta de legitimidad. La objeción de conciencia estuvo de moda para no perder la vida en ese conflicto (recordar el caso de Muhamad Alí), pero Bush no la arguyó, sino que sus influencias le permitieron apartarse del servicio.

La idea de involucrarse en una guerra sirve a los propósitos políticos de demostrar firmeza y coraje, es decir, en forjar una mentalidad y carácter que posibilite el acceso a cargos más importantes. Parte de esos ideales se sustentan en la lógica de que "hay que servir primero antes de poder mandar". Al mejor estilo griego o romano pues las destrezas en batalla catapultaron a muchos al poder.

No es necesario tener presidentes con pasado militar ni es indispensable en EE UU. En la historia de ese país varios militares han llegado a la Casa Blanca como Ulysses S. Grant o Dwight Einsenhower, por citar a dos de los más representativos. Nadie propone que el primer mandatario tenga un origen castrense, sino que cuando surja la necesidad de convocar a los ciudadanos éstos no eviten el deber de defender a la patria. A eso me refería con lo del servicio militar pues evadirlo revela un espíritu endeble y cobarde. Si Bush creyera todas las cosas que dice hubiese sido el primero en enlistarse en el Cuerpo de Infantes Marina, pero no lo hizo. Que cada uno saque sus propias conclusiones.


PD: una justa comparación sería entre San Martín y George Washington, pero no con el actual mandatario estadounidense por carecer de pergaminos e idoneidad suficientes.



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Posted By Dr. Strangelove to Reserva moral at 5/27/2007 12:05:00 PM

San Martín y Bush

27.5.07

Introducción

San Martín y Bolívar, según historiadores como García Hamilton y Luis Alberto Romero, tomaron parte de los procesos independentistas de América del Sur con el objetivo de consolidar la emancipación lograda en sus respectivos países (lo que son hoy Venezuela y Argentina). Se puede decir que la causa de la libertad que abrazaron no fue sólo ideológica, sino estratégica, porque las repúblicas que originalmente ayudaron a independizar jamás estarían libres de la amenaza realista mientras no se lograra expulsar a las tropas de la corona española o conseguir su capitulación. Sólo Bolívar tuvo serias aspiraciones hegemónicas pues se convirtió en Dictador Supremo, rememorando el viejo “cesarismo republicano”, esto es, la figura de autócratas como Julio César en tiempos antiguos o de Napoleón en su época. Lejos de ambicionar o apoderarse de los países que liberó, San Martín aceptó temporalmente el cargo de Protector del Perú (1821-1822) para asegurar la conducción de la guerra contra España y establecer instituciones y símbolos de corte democrático. Al general se le debe, entre muchas otras cosas, la creación de la Biblioteca Nacional del Perú, la organización de un Banco estatal, el pabellón nacional (que luego fue modificado pero se inspiró en su diseño), garantizó la independencia del Poder Judicial, ideó el Estatuto Provisorio (que dio origen a las posteriores constituciones peruanas), etc. Su intención no fue atornillarse en el poder, como hemos visto, sino hacer viable a la república peruana. Sus convicciones democráticas y su conocimiento de la situación política y social del Perú lo llevaron a pensar que esa joven nación no podía asumir los retos de una democracia, por ello propuso debía transitar primero por un estadío intermedio, es decir, por una monarquía constitucional, ya que el Perú fue el centro neurálgico de la vida política del subcontinente americano. En ese virreinato (el del Perú) se concentraba el grueso del ejército español y se garantizaba la aplicación de la mayoría de decisiones que venían desde España (del Consejo de Indias). De ahí que del virreinato peruano siempre partieran las expediciones realistas destinas a acabar con cualquier sublevación continental.

Los vínculos de San Martín con Inglaterra no sólo se generaron durante su estadía en ese país (a través de su supuesta masonería, cosa que es discutible para muchos historiadores), sino a lo largo de la Campaña del Sur, donde lo acompañó Lord Cochrane en sus desembarcos y capturas de puertos. Los imperios coloniales rivales siempre apoyaron a las naciones que buscaban su independencia puesto que de esa manera debilitaban a las monarquías con las que rivalizaban en Europa. De esa forma Francia y España respaldaron a los colonos norteamericanos (durante su proceso de independencia) e Inglaterra hizo lo propio con San Martín en contra de los españoles. Los intereses de Inglaterra no sólo estaban dirigidos reducir la influencia de sus enemigos en América, sino a eliminar la “exclusividad comercial” que la metrópoli española mantenía con sus colonias. Claro que ese monopolio no era tal por el contrabando de mercancías, las emboscadas en altamar de piratas y corsarios y porque, fundamentalmente, la “Armada Invencible” de Felipe II fue hundida en 1588 por un temporal antes arribar a las costas británicas, además de la pericia de los capitanes ingleses, entre ellos, Sir Francis Drake, y la maniobrabilidad de las embarcaciones inglesas en las aguas del Canal de la Mancha. Hecho que le dio la supremacía de los mares a Inglaterra y Holanda, la cual se hizo sentir principalmente en el comercio. Aunque lo que arruinó verdaderamente a España fue la estructura de su sistema económico. También cabe destacar que la firma de algunos tratados como el de Utrecht (1713) permitió el libre comercio inglés de esclavos africanos con las periferias hispanohablantes, lo que se tradujo en grandes y desventajosas concesiones. Con las Reformas Borbónicas del siglo XVIII y la protesta de los comerciantes americanos, se instauró virtualmente el “libre comercio” de mercancías, especialmente de textiles.

Asunto: San Martín y la conexión inglesa

Inglaterra siempre tuvo aspiraciones sobre el Río de la Plata. Y vincular a San Martín como agente o espía de los ingleses no tiene sustento histórico. Por lo general se tratan de patrañas o conspiraciones como la que hace referencia a ciertas logias como la de Lautaro. Los ingleses veían oportunidades comerciales interesantes en los puertos argentinos y chilenos y pretendían ingresar desde el sur. Fueron varios los intentos de los ingleses (1711, 1762 y 1806), es decir, mucho antes de la supuesta conspiración sanmartiniana. El interés británico también estaba concentrado en el estrecho de Magallanes ya que era el único paso natural para navíos entre el Atlántico y el Pacífico, porque el Istmo de Panamá seguía en manos españolas, así como las demás rutas del Caribe, todos ellos protegidos por importantes fortificaciones.

Ahora bien, la adjetivación, en mi caso, no es antojadiza, sino que está fundamentada en el hecho histórico, es decir, en las acciones de los personajes comprendidos (estudiados). De ahí que la comparación entre Bush y San Martín esté fuera de lugar; a no ser que se haga para considerarlos como opuestos.

San Martín no fue un invasor porque incursionó tanto en Perú como en Chile con el apoyo de las élites económicas (generalmente criollas). En el caso del país de la estrella solitaria, gracias a su acercamiento al republicano O' Higgins pudo forjar una coalición entre "civilismo" del primero y el “militarismo” sanmartiniano. De modo que la independencia de Chile fue una empresa concertada con los propios chilenos para el bien de las nacientes repúblicas y no una deliberación absoluta y prepotente de San Martín. En Perú esta distinción no fue tan clara porque los criollos del Tribunal del Consulado (que agrupaba a los comerciantes y terratenientes más importantes) temían perder sus privilegios con la creación de la República. Es por eso que mostraban muchas resistencias hacia la causa libertadora y colaboraron clandestinamente con los realistas. Además, San Martín se orientó por principios inspirados en la Revolución Francesa como la libre determinación de los pueblos. Es decir, por la noción de que las naciones deben elegir sus propios sistemas de gobierno, generalmente compatibles con la libertad, cosa que no sucedía en el caso de las colonias españolas pues eran gobernadas por autoridades designadas por un soberano extranjero. Todos estos elementos estuvieron presentes en aquel tiempo.

En Bush no puede advertirse un espíritu semejante, es decir, uno altruista o democrático porque de ser así hubiera intervenido en Darfur por una cuestión humanitaria, pero la empresa no da réditos económicos. Clinton al menos envió tropas a Somalia y la ex Yugoslavia para detener las masacres. Iraq, antes de la ilegal ocupación, era un país estable debido la represión de Saddam, quien mal que bien hacia el favor de mantener el terrorismo internacional a raya o lejos de su país. Con la invasión de Iraq se desmantelaron los controles draconianos y se envió una invitación a todos los grupos radicales (fundamentalistas) para formar parte de la resistencia o de la desestabilización del país.

En la actualidad, intervenir en un país sin mandato internacional es un crimen de guerra porque tipifica como agresión. En tiempos de San Martín el derecho de la guerra no estaba totalmente desarrollado o positivizado (convertido en normas o tratados); aunque existían interesantes doctrinas en Spinoza, Grocio, Vattel, etc. El “logro” de ese tiempo fue limitar la guerra como una forma de resolver las diferencias entre los Estados. La guerra era lícita, pero no ahora. Es repulsiva para el ordenamiento jurídico internacional, esto es, para la Carta de las Naciones Unidas (anteriormente por la Sociedad de Naciones) y para el derecho internacional humanitario. Así, si bien la guerra es ilegal, está reglamentada pues se ha convertido en un hecho inevitable muchas veces. Pero no por eso pierde su carácter repulsivo.

Adaptada a los tiempos, las campañas sanmartinianas no califican de guerras de agresión, pero sí la de Bush emprendida en Iraq. Es por ello que a este último se le puede llamar criminal por más que sea presidente de los Estados Unidos.

Los motivos de la invasión de Iraq respaldan lo anterior porque se basaron en mentiras y en incompletos reportes de inteligencia. Ninguna de las razones esgrimidas por Washington fueron corroboradas en la práctica. Ni la conexión de Saddam con Al Qaeda o la posesión de armas de destrucción masiva. Esa guerra es tan ilegítima como ilegal por sustentarse en mentiras.

Tema: la formación académica


La educación de un líder es un factor fundamental porque un vasto saber y experiencia puede evitar que el mandatario comprometa tan fácilmente los intereses del país. Si él o su entorno hubieran calculado como es debido los riesgos de la operación iraquí jamás se hubiera producido. El costo en vidas (3.440 soldados hasta la fecha), miles de heridos (más de 23.000) y miles de millones de dólares desperdiciados innecesariamente (que bien pudieron ser utilizados para equilibrar las cuentas públicas o incrementar el gasto social en educación y salud) revelan -en cifras- lo mal que fue planificada la invasión. La medición de la guerra también puede ser hecha en el terreno político pues fue determinante en la derrota de las elecciones congresales en noviembre de 2006. Otra forma de medir las consecuencias de la guerra es que debilitó la imagen de EE UU en el mundo. Nunca antes Norteamérica ha tenido tan baja popularidad entre millones de individuos, no al menos desde la Guerra de Vietnam. La pérdida de aceptación no sólo es externa, sino interna, ya que sondeos de la CNN y otros medios apenas dan un 31% de apoyo a la conducción republicana de la guerra.

Nadie dice que hay que ser escritor para ser presidente, sino que al menos hay que leer lo suficiente para conocer el contexto internacional que toca vivir.

¿La traición de San Martín?

San Martín nació en Argentina y no en España, o nació en el Río de la Plata (en lo que sería luego la República Argentina). Mitre consideraba que era argentino a pesar de que su formación humanística y liberal la haya recibido en España e Inglaterra. Aunque también podría decirse con mucha razón que Argentina no existía como Estado o república independiente, pero sí como nación, ya que por lo general los Estados se ven precedidos o fundados por una nación (con todas las dificultades que ese término implica en el caso argentino por ser un pueblo de inmigrantes italianos, españoles, etc.; aunque no en su totalidad). Sea como fuere, su fidelidad no estuvo determinada a una nacionalidad específica, sino a ideales. De ahí que se le pueda considerar como un ciudadano del mundo o cosmopolita como Voltaire o Herodoto. Por ello peleó al lado de los españoles contra los franceses y luego contra los primeros por ser éstos los opresores. Tanto en Europa como en América él luchaba por lo que creía, por cosas que no le convertían en mercenario, sino en un hombre convencido (o seducido) por los postulados de la Revolución Francesa. Su lucha fue contra los autoritarismos de su época. Y si se le llama “español”, el gentilicio no es tan claro y definido como en otros personajes.

La “traición” es también difícil de definir en su caso ya que vivió en tiempos de cambio, de transición, en los que las ideas modelaban las mentes y consciencias de los líderes y en el que se estaban construyendo las identidades nacionales. España podría considerar traidor a San Martín por ser hijo de un funcionario colonial y servir inicialmente bajo las órdenes del rey como militar de carrera. Es un tema sumamente discutible y no analizado del todo. Pero los elementos que determinan la moralidad de sus acciones están dados por su participación en causas más elevadas (como la de la libertad) que la lealtad a un déspota (o soberano).

¿Bajo esa óptica, George Washington, “Padre de la Nación estadounidense”, sería un traidor? Esa pregunta viene al caso porque el primer presidente de los Estados Unidos nació en tierras del rey inglés, así como San Martín fue procreado en dominios del monarca español. Ambos personajes tuvieron un pasado militar en los ejércitos reales y destacaron por su servicio armado. Y da la casualidad que el propio Washington peleó contra los franceses al igual que San Martín lo hizo en su momento en Europa. Para más datos, Washington obligó a los franceses a retirarse de Fort Dunesque en su calidad de jefe de la milicia de Virginia. De esa forma participó del lado del Imperio Británico. Por si fuera poco, estuvo a punto de recibir su educación en suelo inglés de no ser por la muerte de su padre. También se les podría comparar por sus desapegos al poder puesto que jamás pretendieron anquilosarse en algún cargo. Esto se fundamenta en el hecho de que San Martín dejó a Bolívar la misión de completar la independencia del Perú luego de la Conferencia de Guayaquil, que reunió a los jefes de las dos corrientes libertadoras (la del norte y la del sur). Así renunció a su cargo como Protector Supremo y entregó el mando al Congreso peruano, que luego autorizó la presencia de Bolívar en el Perú. Lo mismo pasó en Chile cuando declinó el puesto de Director Supremo en favor del reformista O' Higgins. En San Martín queda corroborada su negativa a intervenir en los asuntos domésticos de la política argentina luego de ver cumplido en parte su “Plan Continental”, que en sus aspectos políticos consistía en ver liberada a Sudamérica de las potencias coloniales y organizar constitucionalmente a los pueblos de América, es decir, en formar Estados independientes que unidos en un gran Estado o una confederación, en caso de que así lo decidieran plebiscitariamente sus ciudadanos, podrían defenderse mejor ante cualquier agresión extranjera. Sus ideales no le permitieron participar en el derramamiento de sangre argentina cuando fue convocado por el gobierno de Buenos Aires. Washington, por su parte, patentó su despego al poder renunciar a una tercera presidencia consecutiva, sentando un valioso precedente que luego sería recogido en la Constitución norteamericana. Sólo volvió al servicio -militar en este caso-, cuando surgió la posibilidad de un nuevo conflicto con Francia.

Otro punto: la filiación fundamentalista de Bush.

Aunque es controvertido, no se puede afirmar que el presidente norteamericano sea un verdadero liberal ya que su pensamiento está predeterminado por ideas sumamente conservadoras. Muchas de ellas son contrarias al pensamiento liberal. Ese tipo de mentalidad ha exacerbado los ánimos en Medio Oriente y conducido a una guerra injusta. Su visión del mundo es tan lineal que lo divide en “buenos” y “malos” o en “ellos” o “nosotros”. No es capaz de advertir las particularidades de nuestro tiempo, como sí lo hizo San Martín en el suyo.

A leguas uno nota las diferencias entre uno y otro protagonista pues la invasión de Iraq no se le iba a ocurrir a él (a Bush) ni la posterior planificación de la guerra. Ese tipo de maquinaciones son demasiado complejas para alguien de su baja capacidad intelectual. Por lo que sé del sujeto es que era bueno organizando parrandas y concursos etílicos en Yale. Pensar que fuera capaz de rediseñar el mapa de Oriente Medio no forma parte de sus condiciones. Las consecuencias de sus limitaciones las han pagado – y muy caro- su secretario de Defensa, Ronald Rumsfeld, y Paul Wolfowitz, como subsecretario del mismo departamento y ex presidente del Banco Mundial. Además están siendo investigados su principal asesor, Karl Rove, el encargado de Justicia, Alberto González, y el vicepresidente Dick Chenney. La lista de funcionarios implicados en escándalos mucho es más larga pero los mencionados son los más emblemáticos.

Sobre la participación de Bush en la Guerra de Vietnam

Está claro que nada obligaba a Bush a ir al frente en dicho conflicto. Lo que se le acusa es que no haya tenido interés en servir a su patria como sí lo hicieron distinguidos norteamericanos como su contendor en el 2004, el senador demócrata John Kerry, o uno de los candidatos republicanos más prometedores como John McCain, quien fue prisionero de guerra por 6 años. La tradición de participar en guerras era muy usual entre los futuros aspirantes a las más altas esferas de la política. El padre de Bush lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial como piloto y muchos otros tuvieron un desempeño similar. El asunto de fondo es que cuando EE UU se vio envuelto en una guerra sus generaciones más prometedoras y entusiastas se enlistaban antes de ser convocadas. Esto se puede verificar fácilmente en las dos primeras guerras mundiales. Aunque no tanto en la de Vietnam por su falta de legitimidad. La objeción de conciencia estuvo de moda para no perder la vida en ese conflicto (recordar el caso de Muhamad Alí), pero Bush no la arguyó, sino que sus influencias le permitieron apartarse del servicio.

La idea de involucrarse en una guerra sirve a los propósitos políticos de demostrar firmeza y coraje, es decir, en forjar una mentalidad y carácter que posibilite el acceso a cargos más importantes. Parte de esos ideales se sustentan en la lógica de que “hay que servir primero antes de poder mandar”. Al mejor estilo griego o romano pues las destrezas en batalla catapultaron a muchos al poder.

No es necesario tener presidentes con pasado militar ni es indispensable en EE UU. En la historia de ese país varios militares han llegado a la Casa Blanca como Ulysses S. Grant o Dwight Einsenhower, por citar a dos de los más representativos. Nadie propone que el primer mandatario tenga un origen castrense, sino que cuando surja la necesidad de convocar a los ciudadanos éstos no eviten el deber de defender a la patria. A eso me refería con lo del servicio militar pues evadirlo revela un espíritu endeble y cobarde. Si Bush creyera todas las cosas que dice hubiese sido el primero en enlistarse en el Cuerpo de Infantes Marina, pero no lo hizo. Que cada uno saque sus propias conclusiones.


PD: una justa comparación sería entre San Martín y George Washington, pero no con el actual mandatario estadounidense por carecer de pergaminos e idoneidad suficientes.

Benedicto XVI y la conquista de América

25.5.07

El papa Benedicto XVI generó nuevamente polémica estos días al señalar que la Iglesia Católica no necesitó imponerse por la fuerza a los indios y que los nativos americanos recibieron a los misioneros europeos con los brazos abiertos. Esta vez no recurrió a ninguna cita (como la del emperador bizantino) o una mala interpretación de sus palabras como defensa, sino que fue él mismo, con total convicción, quien pronunció esa declaración en suelo brasilero para afirmar que las raíces cristianas de América no se sujetaron a ninguna mancha, es decir, que sus orígenes son tan puros e inmaculados como los auxilios que procura su religión. En otras palabras, que la evangelización no se valió de ningún crimen.

A favor del pontífice se puede decir que se rectificó rápidamente con los descendientes de los pueblos sojuzgados a la “luz” del credo cristiano pues mencionó que la evangelización vino acompañada de "sufrimiento" e "injusticias". Tal vez su entusiasmo y el baño de popularidad recibido en tierras americanas lo llevó a ignorar semejante acontecimiento (la evangelización por la espada); aunque algunos consideran que su visita fue “negativa” pues la participación de los fieles en los grandes encuentros de la multitud con el papa no fue la esperada. Se cree que apenas un tercio de los fieles escuchó al papa en la catedral de San Pablo y en el santuario de Aparecida, ambos en Brasil.

Ese fervor, aunque reducido, jamás podría recibirlo en Europa donde la Iglesia ha venido perdiendo varias batallas y tal vez la “guerra”, es decir, su influencia dentro del aparato político y social comunitario, salvo por penoso el caso polaco. La no mención del cristianismo en los textos de la Unión Europea es un síntoma de que la religión cristiana, al perder el espacio de resonancia europeo, puede quedar relegada a ser una confesión privativa de países del “Tercer Mundo”. Esto preocupa a muchos en el Vaticano toda vez que la fuerza de una religión, esto es, su predica, se ve amplificada según el tipo y/o cantidad de naciones que la reciben como creyentes. Así, si el cristianismo queda confinado a una orbita de países escasamente desarrollados (como los latinoamericanos), su participación en los asuntos mundiales quedará reducida al escaso protagonismo que detentan esos mismos países.

En otros tiempos, mientras el cristianismo era la religión oficial de las cortes españolas y portuguesas, su magnitud dentro de la escena internacional estaba directamente relacionada con el apogeo de los imperios peninsulares. Esto sucedía porque la espada (la monarquía) y la cruz (el papado) eran socios de la conquista. Ambos dependían del otro para afianzar la dominación de las nuevas tierras americanas. Mientras la espada garantizaba la superioridad tecnológica y militar de los europeos, es decir, la dominación física de los nativos; la cruz procuraba convertir esa subyugación temporal en una de carácter permanente al destruir cualquier vestigio o antecedente cultural (generalmente religioso) de los conquistados. Así, el sometimiento militar inicial dio paso a uno de tipo cultural en el que los viejos ídolos y dioses fueron reemplazados por las nuevas manifestaciones cristianas. La conversión o evangelización no sólo tenía propósitos espirituales (salvar las almas de los indios), sino políticos, pues pretendía convertirlos en siervos de la corona española o portuguesa. De esa forma la “fe” y el “hierro” colaboraron entre sí para convertirse en uno de los aparatos de dominación más efectivos de la historia de la humanidad.

Ni siquiera la adopción de las políticas de libre mercado o liberalización de económica en los 90 ha logrado cosa semejante pues recibieron -y reciben- constantes ataques por no conceder lo que prometieron en algún momento, esto es, crecimientos sostenidos, reducción de la pobreza y las desigualdades salariales, etc. De ahí que ni el nuevo orden mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial, que consolidó el protagonismo de EE UU como superpotencia mundial, pueda equiparse aún al de las potencias coloniales. Sólo Roma puede competir de alguna forma con el sistema de dominación colonial en América porque gobernó todo el Mediterráneo y otras latitudes como las islas británicas, entre otros territorios. La estrategia romana de conquista no tan fue diferente a la de los reinos cristianos pues empleó la paz armada, la “pax romana”, que se fundamentaba en la presencia de legiones (ejércitos romanos profesionales) y de su derecho civil y comercial, que facilitaba las transacciones y negocios entre distintos puntos del imperio. El derecho vino a cumplir en cierto modo el papel de la religión en determinados asuntos, pero no en todos. La clave romana de la dominación estuvo en su tolerancia religiosa y multiplicidad de credos, inclusive dentro de la península ya que con ello no ofendió en demasía a los pueblos conquistados (elemento que rescata Maquiavelo). Roma ofrecía una paz, su “paz”, mientras todos respetaran el orden establecido.

Luego de este breve resumen, llama poderosamente la atención que un hombre de la investidura y talla de Joseph Ratzinger cometa semejante error. Inclusive España, Portugal y el propio Vaticano, en tiempos de Juan Pablo II, reconocieron la destrucción de cientos de culturas y millones de individuos a lo largo de un terrible proceso de colonización que duro más de 300 años. Este es un hecho histórico incontrovertible. Como lo fue el Holocausto judío durante el siglo XX.

No hace mucho en un congreso de teólogos de la liberación en el Monasterio de Santo Tomás, que reunió al sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, ganador del premio príncipe de Asturias 2004, el obispo de Chiapas, Samuel Ruiz, y el brasileño Fray Betto (a quienes Benedicto XVI ha censurado en reiteradas oportunidades cuando dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe), el fraile dominico Miguel Concha indicó: “Han pasado más de 500 años de la conquista y seguimos cargando con una enorme deuda y responsabilidad compartida, estrechamente relacionada con el saqueo, la explotación, el dominio y el sometimiento de América Latina".

La admisión del nefasto papel de la Iglesia en la conquista es compartida por los historiadores. Uno de los primero fue el norteamericano William H. Prescott quien publicó en 1843 “History of the Conquest of Mexico”, y del cual, según el reconocido historiador mexicano, Enrique Krauze, todas las demás obras son tributarias sobre ese tema. Con Prescott nace una visión poco objetiva de la historia latinoamericana y precolombina (en especial de las conquistas de México y del Perú), porque consideraba a los españoles infinitamente superiores a los nativos americanos en todos los aspectos. Ese enfoque, el de Prescott, fue luego superado ya que estudió la conquista desde el prisma de los colonizadores. A partir de ahí se comienza a ofrecer un panorama esclarecedor sobre la violencia ejercida por los españoles, sobre todo en la obra del historiador inglés Hugh Thomas, quien al publicar “Conquest, Moctezuma, Cortés and the fall of old Mexico”, elimina la visión romántica y épica de la saga de Prescott pues recurre a métodos más precisos a los que el historiador norteamericano no tuvo acceso como “fuentes primarias para acercarse al mundo indígena”, según Krauze. Tanto para Prescott como para Thomas, la conquista fue posible gracias a la superioridad militar y tecnológica de los europeos. Claro que Thomas va más allá y profundiza en la amplia experiencia de combate de los castellanos en las guerras de Reconquista y de una larga tradición militar. También destacan la alianza de Hernán Cortés, conquistador de México, con los pueblos sometidos por el imperio azteca como los Tlaxcaltecas. De manera similar Francisco Pizarro, quien peleó bajo las órdenes de Cortés, Diego de Almagro y el párroco Fernando de Luque, conquistaron a los Incas tras entablar alianzas con culturas como la Chimú, etc. Otro gran factor o “aliado” fueron las enfermedades que propagaron por el Nuevo Mundo como la viruela contra la que los indígenas no tenían defensas o anticuerpos.

Ciertamente no se puede hablar de genocidio como dice el columnista Miguel A. Bastenier del diario El País, no uno generalizado y con el propósito de exterminar a los indios, pero sí hubo uno en el sentido cultural ya que poco tiempo después de la conquista se eliminaron lenguas y sistemas de creencias. El caso más llamativo fue el de la lengua y escritura maya por parte de los sacerdotes españoles, quienes destruyeron la mayoría de los textos de esa cultura para facilitar la dominación religiosa o cultural, es decir, la que garantizaría una perfecta asimilación de los nativos a las nuevas costumbres y prácticas de los cristianos. Otra razón para no hablar de genocidio es que los españoles tomaron por esposas o concubinas a muchas nativas, dando lugar al mestizaje, símbolo fundamental del descubrimiento.

Lo que no se puede negar es que hubo episodios de gran crueldad en los que se eliminaron a varias poblaciones enteras por sublevarse, de ahí que si se puede hablar de genocidio en un sentido estricto. El propio Cortés lo cometió o sus lugartenientes en su ausencia. Lo mismo pasó en la conquista del Perú o de los Incas con el confinamiento de miles de indígenas en las reducciones que ideó el virrey Toledo en el siglo XVI.

Como la metrópoli española requería siervos y mano de obra sumisa, es decir, millones de súbditos de menor rango que tributen, no se puedo concebir un genocidio como el judío en la Alemania nazi o el armenio en Turquía a principios del siglo XX. No hubo esa intención, claro está, a lo más dar lecciones severas a los insurrectos (como el descuartizamiento de Tupac Amaru II). Aunque las duras condiciones de vida en minas como la de Potosí, el “cerro rico” por su gran producción de plata, ponen en duda lo anterior ya que ese tipo de trabajo bien puede configurarse como una forma exterminar a la población local dado que, según la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1951, “el sometimiento intencional de un grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial” califica como una modalidad de genocidio.

Sin lugar a dudas mantener vivos a los indios (para emplearlos en ese tipo de oficio) y que al morir se les reemplace por otros más fuertes y sanos es una conducta que encaja perfectamente con lo descrito en el párrafo anterior. De ahí que la mita incaica, bajo la cual los incas prestaban su servicio laboral al imperio haya sido una de las pocas instituciones ancestrales mantenidas por los conquistadores para facilitar el sistema de explotación colonial.

Cabe recordar que mucha de la riqueza extraída de los yacimientos minerales, bajo condiciones inhumanas de trabajo, fue a parar para el ornato y embellecimiento de las Iglesias. Algo equiparable a la confiscación de la riqueza personal o familiar del pueblo judío que fue a parar a manos de inescrupulosos funcionarios nazis.

La Iglesia participó desde el comienzo en la empresa de la conquista con los permisos y autorizaciones para el reino español y portugués, respectivamente. “El papa Alejandro VI, que era valenciano, convirtió a la reina Isabel en dueña y señora del Nuevo Mundo. La expansión del reino de Castilla ampliaba el reino de Dios sobre la tierra”, según el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, autor de “Las venas abiertas de América Latina”. Por si fuera poco, también concedió la "justificación histórica" para incursionar en los territorios descubiertos: la evangelización. Generalmente Occidente recurre a una razón “superior” para emprender tales conquistas pues su sentido muy arraigado de la culpa (del pecado) lo obliga a encontrar poderosos motivos para disfrazar la aparente moralidad de sus empresas. Es decir, para diferenciarse de la dominación que conocieron a mano de los pueblos bárbaros que asolaron a Europa durante buen tiempo y que prescindían de “elevadas justificaciones” pues se guiaban exclusivamente por la codicia y el apetito de poder de sus líderes. Cosa que no fue desmentida en el caso de los conquistadores europeos pues sus actos fueron tan innobles y cobardes como los de las hordas paganas del centro de Europa y Asia.

Además, como lo relata Galeano, los españoles obligaban a los indios a la conversión forzosa en estos términos (mediante el acto del Requerimiento): “Si no lo hiciéreis (si no se convierte el nativo requerido), o en ello dilación maliciosamente pusiéreis, certifícoos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres y hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere (...) ”.

La conversión más conocida a través de esta práctica fue la del Inca Atahualpa (1533), que luego de ser capturado y ofrecer un fabuloso rescate por su libertad (una habitación llena y oro y otras dos de plata y piedras preciosas hasta donde alcanzara su mano) fue condenado a la hoguera por Pizarro, quien incumplió su promesa de liberar al Inca tras pagar éste su rescate. Pizarro acusó a Atahualpa de usurpar el trono de su hermano Huáscar, que fue apresado y muerto por los generales de Atahualpa en su cautiverio en el Cusco (durante la guerra civil incaica). Previamente a su conversión, el Inca fue requerido por los españoles y al negarse fue tomado prisionero por estos en Cajamarca (1532). Antes de morir aceptó bautizarse, pero no por un acto de conversión voluntaria, sino para que le conmuten la pena (por la del garrote o muerte por estrangulamiento) ya que si su cuerpo era quemado no podría convertirse en “mallqui”, es decir, en un antepasado común digno de veneración.

A la par de la servidumbre (o semiesclavitud) de los indios, con el descubrimiento de América se abrió un gran mercado para el comercio de esclavos africanos. Originalmente se pensó que trabajarían en las alturas de las minas, pero no resistieron las condiciones del ambiente y fueron aprovechados en las haciendas. La caída demográfica de la población nativa favoreció este tráfico pues los grandes latifundios necesitaban abundante mano de obra esclava. Unos 15 millones de africanos fueron capturados y enviados a América en ese período. La legitimidad de ese comercio se debió en parte a la predica de Fray Bartolomé de las Casas, quien al verificar los maltratos a los indios ofreció como alternativa la “importación” de negros africanos para sustituirlos en los mismos menesteres. A partir de sus escritos se puede hablar de la “dimensión humana del indio”. En cierto modo esa noción se vio respaldada porque los españoles les creían superiores a los negros por haber producido civilizaciones más complejas y un sistema político que reproducía de alguna forma el de las monarquías europeas. Bartolomé de las Casas se convirtió así en defensor de los indios y en uno de los primeros “humanistas”, frecuentemente es citado como uno de los precursores de los derechos humanos (del derecho internacional humanitario), pero su actitud frente a los negros desmerece parte de esos calificativos. Cuatro siglos duró ese comercio que se mantuvo aún en la etapa republicana o posindependentista de varias naciones americanas. El viaje hacia América era tan peligroso e insalubre como el destino en tierra firme pues los negros morían hacinados en los barcos de transporte, sólo una fracción llegaba con vida y en pésimas condiciones. La Iglesia, cuando no, también avaló ese comercio.

El fecundo historiador británico John H. Elliot en “Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830)” relata de manera similar como el afán de lucro de los conquistadores y sacerdotes fue más fuerte que su deber supuestamente “evangelizador”. No es muy difícil verificar esto porque muchas órdenes religiosas hicieron gran fortuna, sobre todo en agricultura y ganadería, al poseer grandes extensiones de tierra trabajadas por indios. El saqueo fue tanto de la riqueza mineral de América como de su mano de obra sobreexplotada. Sin dejar de lado que la evangelización de los indios no les dio mayores prerrogativas puesto que vivían dentro de sociedades segregadas. Por ello se puede hablar de una “república de indios” y otra de españoles donde la movilidad social era prácticamente imposible. Sólo las castas y la nobleza indígena mantuvieron algunos privilegios como la educación y la tenencia de tierras, pero el resto de la población vivió en condiciones de la peor degradación que se recuerde.

Para Elliot, el gran elemento que presidió tanto la aventura de los colonos ingleses como la de los conquistadores castellanos fue la religión. Pero con grandes diferencias pues los primeros asentamientos de América del Norte fueron preconcebidos gracias a la tolerancia religiosa (los colonos leían directamente la Biblia); mientras que en los dominios españoles la Iglesia se imponía de forma absoluta. Esto limitó de alguna forma la respuesta frente a los cambio de las sociedades latinoamericanas pues la rigidez del catolicismo impidió que pudieran renovarse.

Todas las épocas, siguiendo a Voltaire, “han sido idénticas en su horror”, pero no hay mejor manera de apreciarlas que “examinando su lado creador”, es decir, el esplendor de sus artes y la grandeza de sus ideales.

De otro lado, la intromisión del presidente venezolano Hugo Chávez en el asunto está relacionada directamente con su retórica, ya que al igual que el subcomandante Marcos, condena cualquier tipo de injerencia extranjera en los pueblos indígenas. Ambos líderes consideran que el sistema capitalista es un instrumento de dominación más de la conquista iniciada hace más de 500 años.

La respuesta de Chávez puede entenderse como un ataque al papa Benedicto XVI porque este deslizó algunas críticas al sistema político-económico (al marxismo) que viene implementando en su país. En concreto, el pontífice dijo que “(el marxismo) dejó una herencia de destrucción económica (…)”. Además declaró que "hay motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas". Aunque si bien cuestionó al neoliberalismo por igual, la mención al modelo chavista fue más que directa. Al papa le preocupa la pérdida de fieles (el diario Folha de San Pablo reveló que en la última década el número de creyentes cayó del 74% al 64%), tendencia que se ve reforzada por la vuelta a las religiones indígenas que se promueve en Bolivia, a las que el papa califica de paganas y de representar una “involución en el recorrido de esos pueblos” y de las corriente evangélicas, animistas y pseudorreligiosas (como el culto a la Santa Muerte en México).

El temor es que la cercanía de ambos regímenes (el venezolano y el boliviano) con el cubano termine por aislar o reducir las actividades de la Iglesia dentro de esas sociedades. Siendo América Latina el “continente de la fe” o de la “esperanza”, según Ratzinger, dicha calificación obedece a que no sólo congrega a la mayoría de católicos del mundo, sino que es el espacio donde todavía no se ha despojado a la Iglesia de sus grandes prerrogativas y algunos derechos. Su injerencia es más fuerte que en otras latitudes dada la debilidad institucional y pobreza que caracterizan a esos Estados. Por ello el papa lo ha denominado como “el continente de la esperanza”, y no porque le aguarde un gran y venturoso futuro, sino porque es una de las pocas regiones donde todavía prolifera la fe.

Estas declaraciones fueron hechas en el marco de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (CELAM) en el santuario de Nuestra Señora Aparecida en Brasil, que reunió a 166 obispos y cardenales de 22 países.

LA CRISIS DEL FMI Y DEL BM: LA CREACION DE INSTITUCIONES FINANCIERAS ANALOGAS

19.5.07

En los últimos tiempos a la vez que se anuncian importantes procesos de integración en América Latina y Asia, que tienen como objetivo crear verdaderas instancias de deliberación de los asuntos regionales (de bloques comerciales en una primera fase, para luego constituir unidades políticas y económicas, al mejor estilo de la Unión Europea), ha aparecido la voluntad política de crear instituciones financieras similares al FMI y BM en el ámbito sudamericano y asiático, respectivamente. Estas futuras entidades cumplirán la mayoría de las funciones de los organismos multilaterales de crédito y desarrollo, hoy controlados por las potencias occidentales.


La iniciativa de Argentina, Venezuela y Ecuador de fundar el “Banco del Sur” ha traspasado las fronteras continentales pues ha influenciado a los países asiáticos a tomar una decisión parecida. En la actualidad, las mayores potencias del lejano oriente encabezadas por Japón, China y Corea del Sur más los Estados miembros de la ASEAN, conformada por Brunei, Birmania, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam, resolvieron constituir un fondo económico común respaldado por sus reservas internacionales. En realidad, dicha intención se remonta al la Iniciativa Chiang Mai, por la cual las naciones asiáticas acordaron tomar medidas correctivas para evitar otra crisis financiera como la que azotó a la región entre 1997 y 1998.

Si bien los países emergentes de Asia no pretenden crear una institución financiera como sus pares latinoamericanos (para reemplazar al FMI y BM), la determinación de los primeros puede generar indirectamente los mismos efectos que el de constituir un organismo financiero regional, ya que ese gran fondo común serviría “para prestar dinero de una manera más rápida para apoyar sus reservas internacionales hasta que termine una crisis o llegue a darse”, según revela la BBC.

En la práctica, ese tipo de asistencia financiera entre los países relegaría al FMI de cualquier operación de rescate si es que se desata una crisis como la ocurrida en Asia hace una década, pues los países asiáticos se verán asistidos inmediatamente gracias a las cuantiosas reservas que acumulan China, Japón y Corea del Sur (tres los cinco países con mayores reservas mundiales). De esa forma China trata de proteger el entorno donde proyecta su influencia política, desligando cada vez al Sudeste asiático de la esfera de EE UU. Los flujos de intercambio financiero llegaron “a los 75.000 millones de dólares desde que la Iniciativa empezara en el año 2000”, indica la BBC.

Esta resolución posiciona a las naciones asiáticas de una mejor forma frente a la especulación. De ese modo será muy difícil afectar el tipo de cambio de sus divisas, del cual depende en gran medida la competitividad de sus economías. Se podría decir que el gran fondo común funciona como un colchón ante los impactos graves de una crisis y brinda cierta estabilidad para las monedas locales.

Por su parte, los países latinoamericanos, sin el respaldo de enormes reservas internacionales pretenden ser más ambiciosos. De ahí que, Rodrigo Cabezas, ministro de Economía venezolano , desee que el Banco del Sur comience a operar cuanto antes (antes de fin de año). Se cree que su capital inicial será de 7.000 millones de dólares, aportado por sus cuatro socios fundadores (Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela). Se desconoce cuánto desembolsará cada país, pero es muy probable que Venezuela tenga la mayoría de participaciones del futuro Banco toda vez que aspira convertirlo en un tentáculo más de su política exterior, es decir, en un ente destinado a “promover” el “modelo chavista” por toda la región.

Si se concreta la creación del Banco del Sur, el FMI y el BM serán desplazados en el otorgamiento de créditos en algunos países del continente. Esa es la principal función en la que se concentrará la nueva institución de crédito regional. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, muy cercano a las políticas de Chávez, señaló en la pasada reunión de Quito de los ministros de Economía y Hacienda de la región que “había que crear una alternativa en Sudamérica para dejar la dependencia financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM)”.

Tras inaugurar la cita, Correa anunció también la necesidad de establecer un fondo que gestione las reservas internacionales de los países de la región -similar al que opera en Asia-, para “proveer recursos a los países que los necesiten en momentos de dificultades económicas”. Esto supone un cambio fundamental en la disposición de las reservas internacionales ya que pasarían a ser depositadas en la región. Así, los cerca de 200.000 millones de dólares que según Correa poseen los países sudamericanos en los bancos centrales de los países desarrollados servirán a los propósitos de lograr una mayor integración en el subcontinente.

Brasil, el gran referente latinoamericano, ha negado su participación en el proyecto impulsado por Caracas, tal vez por las intenciones del gobierno venezolano de politizar e ideologizar a la institución, con lo cual desvirtuaría la imagen que debe proyectar cualquier entidad de crédito multilateral. No se descarta que el Banco del Sur se convierta en otra plataforma desde la cual Chávez lance sus críticas al modelo neoliberal, en especial a las políticas que el FMI popularizó por la región durante la década de los 90.

Para tentar a Brasil de que la empresa va en serio, se tendría que garantizar que tanto el Banco del Sur como el Fondo del Sur (en el que se integrarían las reservas sudamericanas), serían manejados técnicamente, es decir, apolíticamente. Además, claro está, de asegurar transparencia en la toma de decisiones que lleve a asignar recursos a un determinado fin o propósito. Pero esto no lo puede garantizar la presencia de Chávez en la eventual institución financiera que se forme con los capitales de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina. En vez de contribuir a la estabilidad macroeconómica, el Banco del Sur puede debilitar la disciplina fiscal que caracteriza a Latinoamérica con préstamos arbitrarios o carentes de suficientes estudios de factibilidad.

Sin Brasil es probable que los demás países no se animen a conformar el directorio de dicha entidad, por lo que sus operaciones quedarán reducidas a un puñado de países. Esta iniciativa (de constituir un Banco del Sur), es posible gracias a las reservas internacionales que Venezuela ha acumulado por la comercialización de su crudo a elevados precios internacionales, que rondan los 30.000 millones de dólares, pero podrían disminuir drásticamente si Caracas continúa renacionalizando los activos (empresas de servicios todo tipo) que se encuentran en manos privadas.

De otro lado, la forma de hacerle frente a la globalización parece ser la regionalización, es decir, encontrar fortalezas en las alianzas de tipo comercial, económicas y políticas. Por eso el papel de algunos organismos internacionales, en especial los de crédito y “desarrollo” como el FMI y el BM, ha perdido protagonismo y ascendencia a escala mundial. En parte por las preferencias de los países a formar bloques para fortalecer sus intercambios, entre ellos los financieros. Hay mucha lógica en este tipo de decisiones ya que los destinos de los Estados que forman parte de una misma región están más o menos unidos y sufren, por lo general, las mismas consecuencias según su grado de exposición a los vaivenes de los mercados.

La regionalización es la manera de poner cierto orden o hacer beneficiosa la globalización (o menos riesgosa), de ahí que tanto el FMI como el BM sean incapaces de ofrecer la misma seguridad toda vez que actúan en función de los intereses de los países que controlan sus directorios. Así se hace muy difícil confiar en instituciones que, por más que anuncien reformas en la composición de sus cuotas de poder o alivien la pesada carga financiera de algunos países extremadamente endeudados, jamás dejarán de ser empleadas como instrumentos de su política exterior.